Estas "Cartas y poemas" pertenecen al último libro de Alfredo Veiravé: Laboratorio Central de 1991. En este mismo blog se haya el link para descargar su versión completa.
Componen el Libro II del poemario de Veiravé.
Las
cartas de relación de Hernán Cortés
Yo mandé mis hombres a mirar las montañas lejanas
acompañados por nativos
del lugar, pisando piedras incandescentes
pasando por encima de las
hierbas mágicas
tratando de dar objetividad a los humos que salían de las
puntas de sus colinas
altas como senos de mujer.
Quería dar una relación exacta de lo que estaba lejos.
Quería ser testigo fiel ante los Reyes y Gobernadores
de lo que mis ojos (o los
ojos de otros cronistas) veían
en este continente, quería
en el fondo, modificar las ilusiones
de los ensueños colectivos
y acercarme a una zona
que era más científica que
las meras suposiciones de los volcanes.
En el fondo mandaba que el discurso estuviera libre de toda torpeza
imaginaria, sabiendo que el progreso es una forma del poder.
De la misma manera observaba (trataba) a las mujeres de piel
de color canario de la
costa, colocándolas bajo la luz del haz de reflexiones
pero en ambos casos fracasaba porque jamás pude entender cómo
esas montañas exhalaban humo o cuál era el límite que cerraba
a los cuerpos de las
mestizas
cuando ellas se abrían
bajo el sol de la meseta mexicana.
Desde entonces vago por estas tierras
como una sombra del Infierno
y no puedo regresar a sus
orillas porque al quemar las naves
pasé del reposo a una inquietud desolada.
______________
La "región" en una cartografía antigua.
______________
Carta
inconclusa a Juan L. Ortiz bajo la noche de Gualeguay
Ahora estás bajo la noche de nuestro pueblo—estrella de la
luz de la noche, y está
bien que así sea, Juan, porque
ese fue tu mayor deseo
durante tu larga vida.
Ahora estás bajo la tierra de Gualeguay que es liviana para tus
anhelos de danzarín del
alba, el parque y el río,
escala alada que no tiene nombre sino simplemente
algunas repeticiones
como la flor del aromito
como el grito del chingolo
como el darse la mano de dos hombres
sociales
como el hilo de las enredaderas
como
el campo de La Carmencita,
como
aquellas palmeras donde anidaban para ti los pájaros ruidosos al caer la [tarde.
Toda una red de sensaciones de percepciones de motivos
aéreos, que dejaste para
la perfección de otros
genes animales donde soñarán en el sueño
hasta reconocerse
la delicada sombra de una
perfección
humana, el sabio
conocimiento de la
vida.
A veces sientes, me dices, las tropillas del viento por las cuchillas
de Victoria, las verdes
quintas de Gualeguay,
el murmullo del agua que
rompe toda su red melódica
en un sauce; el grito de
las ranas en el costado de los ranchitos.
Pero he aquí que advierto que ahora lo estoy tuteando
como usted me pedía siempre
y en verdad jamás pude saltar ese
puente de los pronombres,
¿sabe por qué? Porque desde mi adolescencia
sentí a su lado que estaba
en presencia de la poesía misma,
sagrada, mistérica, tan
profunda que se nos hacía
casi insoportable en los
vértigos de las profundidades,
que usted, usted abría con su mano huesuda moviéndose en el aire
de Paraná, frente al
Parque Urquiza,
que a veces recorríamos y
donde usted me hacía sentir
o escuchar o percibir
aquella "brisa del otoño" que
en pleno verano se había
refugiado entre la fresca
sombra de los árboles,
según el movimiento de las hojas.
¿Cree Juan que yo percibí su muerte cuando usted murió?
aunque estaba en esos minutos
últimos, muy lejos, casi en
otro continente.
¿Y creerá que esa misma noche de septiembre algunos amigos
me vieron salir de su casa
de Paraná?
¿Y que, finalmente,
Gerarda fue a ocupar la misma casa donde
yo nací, frente al viejo
correo de Gualeguay, y donde ella
había colocado su cabeza
flotante de yeso?
Por supuesto que no solamente creerá estos milagros del azar
o de la mente, sino que
los explicaría orientalmente,
como lo hace un maestro
zen
con el silencio.
Pero volvamos a esta noche bajo la cual usted
duerme el sueño de los
justos, de los bienaventurados.
Una noche sobre la cual mañana caerá la luz rosada del amanecer
"cuando el cielo
palidece y se franja"
y sus gatos y su perro
Prestes y sus jacarandaes despierten
cuando los toque con sus
dedos finos y comiencen otra vez
a hablarnos desde las
corrientes de las profundidades
en esta conversación
interminable,
en el "aura" de
nuestro paisaje.
"Aura" como usted la llamaba y que era un resplandor,
un tipo de conocimiento
sobrenatural
en dos espacios al mismo
tiempo, uno que provenía aparentemente, de lo real,
y otro del alma que se
desplaza en sueños
o en vigilias
trascendentes como las suyas.
Ahora comprendo Juan que aquella aparente manía de su letra
liliputiense
no era sino la leve pisada
de un insecto mágico
que deslizaba ideogramas,
interrogaciones,
aptos para un idioma del
susurro o ese cantito que usted
murmuraba entre nosotros,
antes de abrirse
hacia el mundo.
______________
Carta
al poeta Alejandro Nicotra antes de salir de viaje para México
Tu desnuda Musa, en Villa Dolores,
claridad errante que se desviste sobre los poemas no escritos
te "dictó" estos bellos que acabo de recibir; los respondo
con un soplo de estas
operaciones del viaje
que ahora emprendo /
volaré en trance cuando
me leas
sobre un piso de Jumbo encima de las cordilleras
andinas de América, bajo el volcán de Cuernavaca
donde se emborrachaba el Cónsul de Lowry, sobre la bella
catedral de Tepozotlán, Colima cerca del mar si miras el mapa/
y preguntarás una vez más ¿por qué la poesía quiere salirse de madre
cuando es el sol sobre las
piedras pintadas y redondas
de tu pequeño río
cordobés, donde nos bañamos una vez, y conversamos
para unas eternas (dóciles) reverberaciones
si son las únicas que valen "cuando se apaga el grito del
mundo"?
No lo sé, solamente siento el esqueleto lleno de murmullos
en los espartillos de la República y la cabeza llena de ruidos
del mundo, aunque siempre
son ellos los que me llaman.
Viajar hacia adentro como haces tú, o viajar hacia afuera /
los "estables" y los "errantes" del siglo XVII de
Paul Hazard?
corriendo por los
aeropuertos son una encrucijada
del universo que nos pide más vida en la muerte del aire novedoso,
en los océanos terrestres
de una Comala
verde de otra
Comala muerta con voces
que hablan entre los
terrones del duelo y
la locura de Susana San Juan: un huevo de perdiz
que se abre bajo los papalotes de donde sale la madre de cada uno
de nosotros, acompañándonos
con sus navegaciones mortuorias
queriendo saber al fin
quiénes somos de lo que ella engendró alguna vez,
en la hora en que los sueños se vuelven verdaderos
como tus citas de Seferis;
en la hora de despedirnos de los poemas, a la hora de cerrar los libros
que quedan sobre mi
escritorio.
Quedar entre las sombras esperando que salgan los sueños de la casa:
unos corriendo con la
angustia de la velocidad / otros
vestidos con lujosas máscaras ceremoniales
y palabras nunca dichas / algunas, femeninas, hijas de la Realidad
con la boca entreabierta apenas, murmurando, murmurando un adiós
al abrir la puerta.
Cuando uno viaja ¿quién habla en el poema? ¿El que se va o el que
vendrá?
Ulyses atrapado por Circe haciendo el amor debajo de un león
parado en cuatro patas sobre ellos. ¿El recuerdo de Itaca?
Ahora ha vuelto el calor al Chaco lo cual no afecta mi presión
arterial bastante controlada, he dejado casi de fumar
y te escribo urgentemente antes de salir
de viaje
mientras tú enciendes serenamente
tu pipa. Y reflexionas
en lo profundo o intocado del verso.
______________
Carta
a Rafael e El príncipe de la fiesta
1
¿De qué podríamos escribirnos nosotros sino es de la
poesía? Por eso te envío
esta epístola a los Pisones
que permanecerá en tu
archivo para siempre
entre los agapantos tuyos
y los
filodendros míos.
Quería decirte que sigo creyendo que el lector
debe participar
activamente en esa fiesta y que el
humor
es una vía menor pero
eficaz para que
el poema les haga
cosquillas en el
vientre como un hijo de la
fiesta carnavalesca
de la Edad Media.
En realidad yo, que oscilo entre un texto testimonial
y una frase
extratextualizada y que considero
a las convenciones
como una ruptura o plagio
del discurso social,
me veo empujado a cada rato por algunas brujas
malignas
y otras benéficas
que me indican otro camino: he bebido de la
mandrágora
del prosaísmo y
metodológicamente
sobrellevo esta pregunta
de un poeta:
"¿Método, método, qué
pretendes tú de mí si sabes
que he comido del fruto
del inconsciente?"
Si nuestro tiempo (escaso cada vez más a medida que
uno se interna en la línea
de sombra del sexagenario)
es una dicotomía entre fondo/forma
debo inventar antes de
llegar a la exasperación del
signo,
un género de escrituras con capacidad de transformaciones
oblicuas
bizcas
antinormativas.
2
La índole oceánica de la metáfora y sus olas
rompen sobre el muelle y
salpican a los turistas
que pasean bajo grandes
sombrillas amarillas
en la rambla, pero yo
prefiero
el día de sol de funciones
cosmológicas
los versos conversados, las
insólitas asociaciones,
el Arca de Noé con toda
clase de animales
los mecanismos de hoteles
que contenían al pobre
Vallejo en París.
¿Y la angustia? ¿Y los
Fenómenos de la tierra
oculta?
Morir de risa es una versión de la muerte festiva.
En
esas fuentes,
creo, está una de las
respuestas,
la palabra cazada al
vuelo.
Y ahora el mudo está feliz porque ha recobrado la
palabra,
el esclavo de la Reyna se ha dormido en
la
alcoba imperial,
el abuelo ha rejuvenecido con su nieta,
las reglas del juego han cambiado
y ahora los peones se comen a los alfiles
derriban a la Torre
abolida de soldados
y el tablero de ajedrez
vuela por los campos
de Gualeguay.
Y este texto ajeno: como demostración de lo expuesto
anteriormente
podríamos asegurar que en poesía nadie sabe para
quién escribe.
Como diría Nicanor, fatalmente, en poesía se permite
todo.
Si tuviera que agregar una
posdata diría
que tu último poema me
pareció muy hermoso
doloroso, oloroso,
quemante,
fulgurante,
aunque puedes dar vuelta estos adjetivos verdaderos
como el guante negro de la amada de López Velarde.
______________
Carta
a Álvaro Mutis bajo el cielo de México
"Los
emisarios que tocan a tu puerta,
tú
mismo los llamaste y no lo sabes."
Al-Mutamar-Ibn Al Farsi
Ocurre Álvaro que estoy preparando mi nuevo libro
de poemas
y "extraviado", como le decían en Gualeguay a un
loco que corría
los carros fúnebres hacia
el cementerio, casi al galope
lento de unos caballos
negros lujosamente ataviados
con el sudor de sus
grandes (y femeninas) ancas
como si la muerte
fuera una fiesta de toros /
he vuelto a tu último libro que me diste en México D.F.
dedicado con tu letra
temblorosa de sentimientos
firmes
como rocas extraídas del
viejo Popocatepetl,
por curiosidad interesada
del sufismo que
citas y por el dibujo que
tienen tus respiraciones
colombianas de Gaviero
admirable y loco.
Me atrapa cada vez que lo oigo hablar de sus Tierras Calientes
o de los cafetales a la
orilla del río o el desfile de
sus mujeres "de
muslos morenos y recios, de nalgas
rotundas y firmes
y de vientres (lisos
agregaría) como pechos de paloma"
pero más que eso, de sus aventuras en un tren de la locura
que todos hubiéramos
querido vivir y que, en
verdad, podemos vivir con
la imaginación
en este mundo cuando
sentimos
en tu energía devoradora
que
"¡se nos va la
vida / se nos va la vida!"
como nos decías en Cuernavaca cuando anunciabas
que habíase
decretado "estado de piyama", sentencia dictada al pie
de
la alberca o piscina que aquí extendemos
exageradamente llamándola
"pileta de natación"
donde te leí por vez primera los poemas de Juan L.
(Ortiz)
y juntos, soñamos unos ojos llenos de lágrimas en una
emoción compartida; porque
la poesía cuando toca
fondo es eso, sentimiento
y como decía Juan
"suele ser la
conciencia de la felicidad
perdida"
Tú que trajiste noticias del Hades
a este mundo, y de los
reinos de Felipe II y
descubriste
en los labios de la
Infanta Catalina Micaela a quien
amas, una sonrisa maliciosa
puesta en sus ojos de asombro,
comprenderás que un mero gorrión en el Mexuar
puede desencadenar todas las circunvoluciones de lo
imaginario
que circula por la poesía,
que es también, una
memoria
que se sueña como hacen
los pequeños al nacer
y en cuyo sueño,
antes de la palabra, antes de sonreír
como persona humana como decía Aristóteles,
al ingresar al mundo de los terrestres reconoce en las
sombras
de sus genes, un pre-conocimiento
que se hereda de otras generaciones.
A mí estos descubrimientos de la ciencia me fascinan
Alvaro, porque creo que estamos llegando a las
puertas de
otra ciencia que no sé qué
nombre tomará del diccionario,
pero que será reconocida al escucharse en años del
siglo próximo,
o en otros siglos, como el
saltito de tu gorrión que
escapa hacia el jardín, que será la poesía misma.
El otro problema es ¿bajo qué título juntar estos
nuevos poemas? No quiero exagerar sobre los
nombres pero
en verdad, el título es un rótulo un símbolo un signo
una señal en el camino que
debe indicar la dirección del viento
al caminante para que no se extravíe en sus
alucinaciones; es claro,
también existe otra posibilidad o un posible incierto
de abrir las puertas al
campo y dejar al turista
que él mismo elija su
camino; así entre
la ambigüedad y la certeza
ando estos días
extraviado como el
loco de mi pueblo
corriendo detrás de un
coche fúnebre
como si todo fuera una
fiesta
no solamente de las
estructuras
sino, al mismo tiempo,
paralelamente,
de las
invocaciones.
______________
Al
poeta chileno Enrique Lihn esta musiquilla de las pobres esferas
Enrique, no nos conocimos salvo esa mención tuya a
través de
Kandinsky 1904 que son años anteriores a los nuestros:
una epifanía del tiempo en este siglo XX cuyo fin no
tendrá
otros versos tuyos sonando como flautas de una
orquesta de cristal
en la poesía de Chile y de
otros países o ciudades
como Iowa que
visitamos en distintas
fechas,
esta es la propuesta
de tu respiración
ahora interrumpida
incapaz de
atravesar los espejos empañados.
En 1929 éramos casi contemporáneos y París estaba lejos
de nuestros nacimientos, nuestros segundos nacimientos
que se dieron en el cuerpo
de la poesía
lejos de los cargos universitarios y de la Escuela de
Bellas Artes;
quizá ninguno pensaba que
tendríamos que ponernos los anteojos
para escribir los textos
apócrifos y los textos
inventados
al correr de la máquina: tú eras Batman y yo Superman.
Entonces los sonetos eran como formas de los endecasílabos que
sonaban en los oídos de la
música
para hacernos reconocer
frente a los oídos sordos de los
inevitables dictadores latinoamericanos,
oprimiendo
sin duda,
la constelación de
palabras que
dudábamos pudieran ser
escuchadas
por los compatriotas y
los vecinos.
La relación de unas cosas con otras, constituían el
margen de la
marginalidad donde vivimos
hasta ahora y para
siempre,
pero la verdad, Enrique me
hubiera gustado conversar
bajo la sombra de la
Alameda
de los delicados fantasmas
que perseguíamos
cuando sabíamos de la
teatralidad del poema
en las cámaras de tortura
o en la fatiga
del kitsch.
Así pasó tu tiempo para nosotros y así nos vamos
llenando de
muertes como la tuya.
Y aquí no caben los géneros del humor
cuando los cuerpos flotan
a la deriva en un Ganges
inmenso de eternidades
y los poemas siguen siendo
disparos en la
oscuridad contra la muerte.
______________
Poema
sin complicaciones o “Verbena nevada”
Me la envió Néstor Groppa desde Jujuy
y está todavía sobre mi escritorio al lado de poetas
del Brasil que quiero mucho;
no habla, no me dirige la palabra
solamente se hace oír con
un extraño
perfume de incienso
y sin embargo ahora entra en este poema por debajo
de la puerta
como el diario que recojo todas las mañanas
con las noticias del mundo
y que al girar en el espacio infinito
coloca estos titulares para mi asombro:
"Plantita del noroeste
provoca una catástrofe mundial"
"Una verbena nevada
rompe relaciones con países
comunistas
y cae el dólar en el
mercado internacional"
"Hojas verdes con manchas blancas aprueban el
divorcio en la Argentina"
"Poeta de Jujuy se
comunica con el Chaco mediante
sensacional mensaje inalámbrico
"La deuda externa se
pagará con verbenas en varios
países de América Latina."
Ahora la regaré para que ella al fin me tome de la mano
y cuando comience a hablar o simplemente sonría
ante mis ojos,
la pondré al lado del filodendro de mi casa: su eternidad
cantará entonces como Orfeo en las tinieblas
seguramente "bailará una naranja",
y la soledad se cubrirá de hojitas nuevas.
______________
La
llovizna de Raco en Tucumán
Antes de enviarte la carta-poema, ensayo estas atribuladas
palabras convertidas en un
tejido de lloviznas en las tenues
alturas de Raco, un
domingo de éstos que el planeta
risa tiene de la vida;
un viaje que empezó como todos por el poema y
terminó
voluntariamente al costado de la piscina del invierno
donde los sapos
engendraban silenciosos
sus extraños huevos en cadena
y estaban en contacto bajo
el agua,
quizá porque la flor de los cerezos
les contagiaba una energía
muda,
eficaz para que la temperatura
del agua, sirviera de
apoyo al sapo (macho)
subido a la sapa (hembra)
en una relación interminable
como el ladrido del perro.
Una siesta tucumana
donde yo soñé con tus poemas y la puerta de la otra dimensión se abrió
una vez más,
el jazmín del amigo muerto que ahora florecerá en la tierra
de los vivos, de los sapos
silenciosos, del universo
que gira entre otras
galaxias.
Sólo nos faltó aquel grillo que hacía en tu poesía
que la pareja dormida
fuera
un trío de enamorados.
Antes de enviarte la carta prometida ensayo este
lenguaje de signos
y símbolos y animales
donde se unen los
extraterrestres rusos
los contaminados del
espacio
los recuerdos de un amor perdido para
siempre.
______________
Nubes, de Cesáreo Bernaldo de Quirós
______________
Teorías
sobre la literatura de ficción
(A Guillermo Samperio en el D.
F.)
Aunque la idea no es mía esto no es un plagio en
realidad
porque la poesía no se hace con ideas ni tampoco
tocando el violín
pero lo cierto es que el
año pasado en México Distrito Federal
donde viven los chilangos
conocí a un señor con bigotes (mexicanos) y ceceoso
que estaba para jubilarse
como personaje de algunas novelas o cuentos
que explicaba muy orondo a
la hora del desayuno:
que él había trabajado en
uno de esos relatos
fantásticos de Praga
haciendo de cucaracha y
que al autor y a él mismo
"les habla ido
bastante bien" según
decía con orgullo o fingida
indiferencia;
y que en otra historia habla trabajado de cazador de codornices
en el bosque
y que la señora dueña de casa lo visitaba en el "cottage"
con insistencia (desnuda)
y se acostaba con él bajo
la lluvia
a espaldas de su marido
paralítico
aunque ambos hablaban en
inglés.
Ahora trataba de jubilarse decorosamente y exhibía
esos libros
como prueba de su
situación de revista
como los empleados a sueldo que han cumplido
la edad kafkiana de su retiro más previsible, antes de la muerte.
No le quise arruinar ese orgullo casero
porque lo vi muy viejo y cansado,
pero a punto estuve de
decirle que como poeta yo
había trabajado
en el Canto General entre
los conquistadores de América, al lado de Neruda.
O mejor todavía que yo
también estaba enterrado
en el cementerio de Spoon
River aunque el marmolero
se había olvidado de poner
mi nombre entre las
lápidas.
Cosas como esas que a uno se le ocurren como
conducta en los velorios
cuando el muerto se ha
quedado solitario
tristemente solo
entre las flores de la
madrugada,
o en otras reuniones de
profesores donde se barajan
lúcidas teorías científicas
sobre la literatura de ficción
o sobre la metamorfosis de los géneros desde Apuleyo o Cervantes
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