jueves, 31 de octubre de 2013

La luz vivida / Juan Manuel Alfaro


Aquí se puede descargar el poemario La luz vivida, de Juan Manuel Alfaro (1981)
Transcripción del grupo.

lunes, 28 de octubre de 2013

El Caballo Pintado y la Paloma / Linares Cardozo

Ofrecimiento

A mi pueblo, latente en el recuerdo,
cabe en él lo vivido, lo soñado,
una torcaz, un caballo pintado,
una ilusión de niño volandero

Bendición de mi fe, mi señorío,
su nombre es de paloma, de inocencia,
la llama el corazón, ¡dulce querencia!
bienamada La Paz de mi Entre Ríos.

Canto de hogar, de amor, edad dorada,
en su seno verdor, arroyo, río,
bebí esa fuente, fui por los caminos

soltando por la Patria sus bandadas,
dulcísima Patrona de los trinos
te devuelvo mi ser agradecido.


Aquí, se puede descargar el poemario de Linares Cardozo (1982) desde la página web de la Biblioteca Provincial de Entre Ríos.

viernes, 25 de octubre de 2013

Preguntas en torno a "ese otro Ortiz" / Agustín Alzarí

Aquí linkeamos dos artículos de Agustín Alzarí que rodean los textos orticianos a partir de preguntas que nos suenan nuevas. 

"¿Cómo una poesía hecha fuera de la metrópolis, sin peones rurales, ni obreros de los frigoríficos entrerrianos, pudo haber sido poesía política para el PCA? ¿Cómo un poeta que ha trascendido por la sutileza y el alto grado de elaboración de su poesía fue al mismo tiempo considerado, por toda una generación, un poeta social comunista? ¿Cómo se entiende que nada de esto acompañe la lectura actual de su obra, ni conforme al Juan L. Ortiz que conocemos, al que estamos acostumbrados?"




"(...) estos versos parecen responder en su misma materia a Neruda: no hace falta abandonar los temas, ni las palabras, ni todo lo que atañe a la sensibilidad de una poesía para decir lo político, porque no hay otro modo de medir la dimensión del drama que en la profundidad de la irrupción, en la cavilación, en la puja de aquello con la propia intimidad."

sábado, 19 de octubre de 2013

Carne y árbol / Juan José Manauta

Los poemas aquí incluídos pertenecen al subtítulo Carne y árbol del libro La mujer de silencio de Juan José Manauta. El libro fue publicado en 1944, y se indica que los poemas fueron escritos entre 1940 y 1943.
El paisaje y el hombre

Todo sube en la quietud levemente azulada
de esta infinita mujer de tala y sauce,
esta mujer de aquí,
asomada al cielo caído en el río
como un flor de luz.
La vida tenue se escapa,
casi transparente, por las chimeneas de las casitas, loma arriba.
¿Qué será esto inclinado al paisaje
mirador de lo verde y lo lejano?

Son tan tiernos el pájaro y la nube
que en un momento parecen escucharse y comprenderse,
y la vaca, como un árbol más del campo,
apenas vuelve sus ojos, comprendiendo.

Pienso en el hombre que tiene su raíz en esta tierra,
que alimenta su mirada hacia las lomas rojizas
y así, con sus pies nacidos en lo hondo de la hierba,
ha tenido que ponerle ruedas a su rancho.
Mientras, el campo sigue bajando hacia el atardecer
y la brisa pasa como blando cuchillo,
cortándoles el olor a los retoños.
En cada hoja ondea un oculto deseo
de abrazar la tierra y morir
para nacer nuevo
y seguir siendo joven, húmeda y brillante.

¡No, no! No tiene dueños la tierra verdadera:
el chisperío rojo del seibo ¿para quién florece?
O su hermano gemelo el cardenal
¿quién le ordena su canto?...

El río sigue llevando la tarde
y desata poco a poco su cinta roja
entre los juncos amorosos.

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La hora dulce

La calle crece silenciosa en la hora dulce.
Las pobres casas gastadas y anchas de la tarde
entibian nuestro paseo, amigo.
El pueblo va quedando hundido en el otoño a nuestra espalda
y ahora, los ranchos, se aferran a su última pobreza.
Restos de vida estallan en gritos de mujeres
llamando a sus criaturas, llamando su esperanza
-la conozco. En el linde nostálgico de la soledad.
El paisaje, torna a una virilidad adusta, sobria
y el alma de las gentes en un lento territorio
de sombra creciente cubierto de recuerdos como flores dominadas.
¡Oh, amigo! ya estamos en la cercana anunciación de la estrella;
mira los cercos que acribillan perros miserables y desconocidos.
Ya vamos sintiendo la fácil tristeza de los niños humildes,
tristeza de tierra pegada a la carne
como la muerte descolgada de las hojas caídas.
Amigo, es la hora dulce y desdichada del pueblo,
su límite de amor –apenas cubierto de otoño-.
hora de la canción recogida
y el pulso descuidado
o el olvido
en las últimas bocacalles,
hora del campo recién nacido y tan pobre,
hora de la guitarra pulsada en lo oscuro.
Un viento súbito puede arrancar ahora a las puertas voces de abandono
-algunos se han ido dándole paso al hambre,
Es la hora dulce,
y las mujeres tienen desalentada prisa en parir sus hijos
para llevárselos con el terror en las manos.
Amigo ¿Qué más?
El camino de los carros está silencioso.
La tarde ya ha caído de espaldas en el fango.

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La casa del pez

El río ha bajado hasta la casa del pez,
en la barranca.
El paisaje desciende humilde y pálido,
enhebrado, en la primavera no lejana.
Hemos mirado los ranchos color tierra,
ranchos nacidos, perdidos en la luz y los sauces.
Los peces se han ido y alguien ha venido anunciando
la pobreza de aquí, que nos pertenece
y que no habíamos olvidado por ser nuestra.

¿Qué quieren decir todas esas palabras inventadas:
lo interminable y lo lejano?
¡Ah! no han visto la vida
los que hablan de las cosas dolientes e invertebradas.
Yo llamo a los peces ausentes
porque ahora su casa es mía
y puedo sentirme pobre como el río y el seibo.
¿De qué hablan esos? ¿De qué ciudades?
¿Han visto el dolor, crecer, vivir, escondido?

Ah, sí, es necesario buscarlo de tan claro y profundo,
de tan cotidiano y real, es necesario buscarlo
y no cantarlo –sería injusto-,
morderlo, arañarlo, cuando el río baja hasta la casa de los peces.

Mi casa, mi casa, dirían ahora
cuando vengan las estrellas a llevárselos,
cuando vengan a romper el agua,
mi casa, que estaba en el río y marchaba con él.

No puedo creer que hayáis olvidado los niños,
los niños de las manos llenas de sueños,
vosotros que queréis emparejar la tierra,
despojando a los hombres del corazón y de sus casas,
y fabricar árboles a la medida de vuestras palabras.
Poetas, poetas, venid, mirad,
oid correr la sangre, tocad sólo una hoja
y entonces tratad de decir algo.
-¿Creéis que los barcos no marchan arriba de los peces?-

Buscad los amigos de la ribera,
los colores que van cambiando, tímidamente, con la tarde,
y esa luz amarilla que huye hacia arriba,
marinera en el aire, llana, alargada
y nada será igual a vuestras antiguas frases

tan impresas en ediciones y revistas,
Jóvenes,
los peces han dejado sus casas.
¿Qué pensáis de esto?
¿Y si los peces hubieran abandonado el mundo,
qué os importaría esto?
Ya habéis escrito vuestra poesía.

(Podré perdonarme estas palabras, no olvidándolas nunca, sólo así?

Este pueblo que se achata y desparrama hacia la ribera,
más pobre y más pobre,
cada vez más bajo y más cercano,
y que la tarde se vuelva en la corriente,
termina,
en esta desierta casa de peces,
cuando el río ha bajado.
  __________

Kandinsky, Blue (1922)
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Calle de la elegía pobre

Las nubes miradoras de la tarde dorada, están recordando al parecer.
Desde la niñez las encuentro así, en primavera,
sobre la calle y la elegía.
Los cercos también han retornado –retornan siempre-
al pequeño florecer, al humilde florecer.
Se pueden escuchar esta tarde de nuevo,
las jóvenes risas
y las muchachas vestidas como la primavera.

El cuerpo de esta calle es vegetal y ensimismado,
pobre, cuando va llegando a hundirse en el río.
(El río está al lado del corazón de las calles).
Un breve viento mezcla fácilmente los olores
y entonces, vienen los patios regados,
los pequeños ruidos femeninos, el mate en la puerta
y la falda clara, floreada, los vehículos lejanos.
¿Esta es una calle perdida?
¡Ah no! que la pobreza ahora está en todas partes
como la primavera de los huertos.
La gente de aquí no conoce ni vendedores ni carruajes ahora.
Un perro vagabundo y la próxima estrella,
nos hablan de una legítima riqueza, que pisando la pequeña hierba,
ha penetrado por débiles puertas de alambre,
instalándose, en antiguos roperos desvencijados.
Además, ya las campanas
andan rondando en lentos círculos de amor.
Calle de la elegía pobre.
¿Nadie ha pensado seriamente en ella?
Sin embargo, aquí ha nacido y va a morir la tarde,
y el pueblo no olvidará que tiene sus atardeceres que vivir,
no olvidará tampoco sus vagabundos
ni sus primaveras.
Nada olvidará el pueblo
que escapa por aquí sus dulces iras, sus sagrados dolores
en caravanas de florecillas y de briznas.
Por aquí, por donde se sueltan los pensamientos jóvenes
durante las tardes en que la luz se perfecciona.

El río inventa mil colores y se envejece seriamente.

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La mañana

Sube, aprendiendo a nacer en la duda de los colores,
la secreta mañana, como una esperanza.
Esta cándida hoguera que parece ser mía y sólo mía,
allí donde mi soledad se ha hecho don de pies a cabeza,
allí, en el centro de su infinita transparencia,
va siendo de todos por este consagrado amor
en la mañana de primavera.
Las luces, que florecen de fiesta,
se van orquestando en grandes circuitos
de colores suaves, dolientes, provincianos.

El ángel ha venido a anunciarnos la soledad.

La soledad, la soledad; cada cuál tendrá la suya:
su llama y su llanto propios;
su llama y su llanto abanderados;
su llama y su llanto desprovistos.
Las ojos verán mañanas y mañanas
más allá y más acá de lo verde y lo dorado,
de la fábula y el dolor, de los nacimientos y las sombras.
Ahora la música es algo adivinado.
Aconteciendo muy cerca del corazón,
se desata espontánea y altiva,
y en medio de su libertad, anuncia
que no morirá en el corazón de los hombres.
Esta mañana logra así decirnos algo nuevo
y seguramente cercano a nuestros ojos:
el diálogo del terrón y la hoja; de la pobreza y lo olvidado.

(Eso es lo importante, lo igual, lo solidario).

¡Oh cabellera de hermandades en esta mañana de colores y dudas!

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Kandinsky, Intime Message (1942)

Anudados a la provincia de la tenura / Kevin Jones



Se realizó en la sede de Agmer Paraná, el 1er. Panel Literatura y Territorio, con el propósito de abrir espacios de debate y divulgación en torno a una posible literatura entrerriana. Fue en el marco de la III Muestra Imagen Joven, y contó con la organización de un Grupo de lectura dedicado a esta temática.


Desde comienzos de este año, en la ciudad de Paraná se conformó un Grupo de lectura en torno a una posible literatura entrerriana. Conformado por estudiantes universitarios (Jeremías Bourbotte, Luz Omar, Hernán Hirschfeld y quien escribe), el grupo busca explorar y conocer un corpus de texto atravesado por distintas problemáticas.

Necesidad de agruparse
La necesidad de agruparse en un comienzo surgió por la falta de acceso y circulación de ese corpus. Como estudiantes cercanos a la literatura, no podíamos más que sorprendernos de nuestro tardío acercamiento a obras como las de Mastronardi, Veiravé, Zelarayán y Calveyra –por mencionar solo algunos casos. Obviamente, esto conllevó indagar las razones de este “ocultamiento” o “distanciamiento” que tuvimos frente a esos textos. Nos fuimos dando cuenta de que esos textos eran difíciles de encontrar, poco estudiados en general –aunque siempre con más que loables excepciones-, y algunos de ellos, editados pocas veces. Y a estas problemáticas de acceso material a los textos, se le suma la falta de mediadores –docentes, bibliotecarios, por ejemplo- que nos acercaran –simbólicamente- los (y a los) textos.
De allí que se decidiera comenzar a leer por fuera de nuestra formación académica –pero siempre en un doble juego de adentro y afuera de ella, provocando múltiples envíos. A esta decisión política, se acompañó la necesidad de comenzar a leer juntos, provocando una práctica de lectura crítica colectiva. Y para aumentar este sentido de colectividad es que nos parece que los debates y espacios de encuentro deben abrirse a más personas. En ese marco, se han realizado diferentes notas de divulgación sobre el tema, y se ha creado un blog (www.literaturaentrerriana.blogspot.com) a través del cual se puede tener acceso a diferentes textos, y conocer más detalles del grupo.
El Panel es parte de esa apuesta por espacios que nos permitan emprender un camino simbólico y físico hacia estos textos.

Derecho a un imaginario
El Panel se realizó durante la tarde del 12 de octubre en la sede de Agmer Paraná. Formó parte de la III Muestra Imagen Joven. Fue coordinado por la Profesora María Inés Asensio y contó con la participación de los escritores Adolfo Golz y Julio Federik, y del periodista Carlos Marín.
Ninguno de estos datos resulta casual. No es menor que sea el gremio docente el lugar elegido para iniciar un debate necesario sobre lo que hemos hecho con ese cuerpo de textos (¿qué hemos hecho, como entrerrianos, con Juanele?). A su vez, tampoco resulta inocente que sean escritores, profesores y periodistas quienes se confundan dentro de esta actividad. Históricamente, han sido escritores –como Luis Alberto Ruiz-, y profesoras –como Iris Estela Longo- quienes se han preocupado por atender a algo de los textos, que permitía agruparlos en torno a una posible “literatura entrerriana”. Con todos los riesgos que implica adjetivar –en este caso, como entrerriana- a una literatura.
Tema este último que fue eje del encuentro. Se señaló en este sentido, que no se debería caer en esencialismos –suponer una entrerrianía como una existencia natural a priori de la cultura-, sino entender que se trata de construcciones histórico político y sociales. Entendiendo esto se comprende cuán necesario es participar –e intervenir consciente, crítica y activamente- en estas construcciones. Abrir debate implica democratizar los partícipes de esta construcción.
A su vez, se debatieron las formas de recortar este cuerpo de textos: ¿En base a una región? ¿Es válido hablar de provincias en una literatura fluctuante? Hablando de la necesidad de una didáctica, una llegada a las aulas de estos textos, se remarcó que debería darse un lugar para estas obras dentro de la enseñanza de la Literatura argentina en las escuelas. E incluso se pudo compartir una experiencia al respecto.
Respecto a los problemas de circulación de las obras, se coincidió en el carácter de “inhallable” o difícil de encontrar de algunos textos, apuntando a su vez la posibilidad de hurgar en los archivos desperdigados por la provincia.
Se abrieron las preguntas. Y estas quedaron, en su calidad de preguntas, flotando. Y entre ellas, algunas certezas, que pertenecen, quizás, más un orden que va más allá de lo razonable, o enunciable.
Me refiero a la anécdota que Federik narró hacia el final del Panel. El escritor, contó cómo durante sus siestas de infancia y adolescencia se convirtió en un “lector de siesta”. En la biblioteca de su padre se hallaban estos autores. A los que, esa tarde, volvíamos. Al leerlos, narraba, había “algo” que nos conmovía. “Esos tipos nos conmovían. Y hubo uno que nos entró a conmover en serio”, dijo. Se trataba de Guillermo Saraví.
La anécdota, como toda anécdota de lectura, implica algunas cosas. Entre ellas, poder ver la complejidad que la lectura literaria provoca. Pero también, es el testimonio de una experiencia. En tanto que testimonio, esa lectura basta para seguir buscando las formas de pensar, leer, indagar aquello que nos conmueve en esos textos.
No se trata de pensar que hay en ellos una mera referencialidad, o que pueden ser adscriptos a las fronteras jurídicas de una provincia. No. Sino de poder preguntarnos por nuestra propia identidad –poner el yo entre signos de pregunta- dentro de esos textos. Y quizás hasta transformarla hacia adentro de esos textos.
Como Grupo creemos que nadie debe verse privado de la posibilidad de ese imaginario. Estas preguntas, que se plantearon el sábado pasado, buscan ser una invitación a la lectura, más que ser respondidas. Luchar por el derecho a ese imaginario que es interno a los textos. Por eso una de las cosas que dijimos este sábado, al abrir el Panel, fue que creemos que Entre Ríos –al menos, la Entre Ríos de la que queremos hablar- existe hacia al interior –y no el exterior- de esos textos. Una provincia imaginaria.
Imaginaría, sí. Pero quizás, la única real.


para Río Bravo
Octubre 2013

Geografos de lo imaginario / Hernán Hirschfeld

¿empezaste
a ser palabras
de tu río?
Arnaldo Calveyra, Palabras a un río

En la ciudad de Paraná, un grupo de lectura formado por estudiantes universitarios, Kevin Jones, Jeremías Bourbotte, Luz Omar y Hernán Hirschfeld se dedica a hacer lecturas sobre escritores de Entre Ríos. Este grupo de estudiantes comenzó sus lecturas a partir de la problemática del paisaje literario que presentan todos los autores de lo que podríamos denominar endeblemente como “literatura entrerriana”. Poner nuestro cuerpo y nuestra identidad en la mira de estas lecturas para entender al paisaje como un Otro, nos lleva a tres problema. El primero tiene que ver con la presencia de este “paisaje”, el segundo, con la dificultad de acceder a las obras literarias, y el tercero con la falta de espacios simbólicos donde se pueda ejercer esta práctica.

                Este texto es sólo un resumen que cuenta las actividades del grupo de lectura acerca de los problemas del paisaje literario y la circulación de literatura de autores de esta provincia.  No queremos realizar una lectura banal sobre lo relacionado a la literatura y al territorio, conocemos los riesgos de darle a la literatura adjetivos como literatura infantil, literatura entrerriana, etc. Tampoco pretendemos dar respuestas concretas  o guías de lectura totalizadoras, más bien, preferimos que el lector salga con muchas preguntas    –invitación discreta a que comience a leer a estos autores-, y por otro lado incentivar este tipo de literatura y tratar de que estos espacios de lectura estén al alcance de todos.
A principios de marzo, en el centro cultural Juan L. Ortiz,  comenzaron las primeras reuniones para realizar un intento de cartografía literaria sobre los temas que interesan al grupo. Entre estos objetivos, se encontraba, en primer lugar, diagramar o trazar conexiones sígnicas que los autores fundadores (con todo el riesgo de la palabra) habían creado, y estudiar de forma diacrónica las relaciones que encontramos entre todos los autores que les siguen. Lo cierto es que hallamos un corpus literario vastísimo, y esta tarea resultó más grande de lo que esperábamos hasta ese día como grupo de lectura. Durante todo el recorrido como grupo de lectura nos encontramos con una inmensa sorpresa al ver las formas de enunciar el paisaje, de desdoblarlo, de violentarlo, de hacerlo presente. Y creemos que el problema central acerca de nuestras lecturas de estos autores se centra en ¿cómo se nombra a ese paisaje y cómo se transforma ese terreno en territorio? Después de todo este tiempo de lectura, algo es cierto, y es que este esfuerzo por fundar una lírica entrerriana incursionó en tratar de crear un espacio literario, y este terreno verbal, esta tierra desconocida se convierte en territorio, pero no deja de ser imaginario.  La representación quijotesca del poeta como pájaro y la potencia transformadora del río son sólo algunas de las marcas encontradas que nos permiten hablar de un género de lo “entrerriano”.
Ahora, este intento de cartografía trajo otro problema, quizás aún más relevante, y es la problemática de corpus que todos estos autores cargan sobre sí. Desde Daniel Elías hasta Juan L. Ortiz (los dos recordados hace poco por un trabajo intensivo y justiciero por parte de Ediciones UNL en colaboración con UNER) pasando por Arnaldo Calveyra y y los poetas actuales. Otros autores, como Guillermo Saraví  o  Andrés Chabrillón, tuvieron su etapa de crecimiento importante y ahora muchos de sus ejemplares se encuentran escondidos en librerías de usados o en bibliotecas públicas. Si bien en su momento tuvieron grandes ediciones o proyectos editoriales, actualmente no se dispone incluso de textos que cuenten la historia sobre la literatura de esta provincia, es un problema grave, porque lo que vamos a terminar viendo son los fragmentos de las olas que llegan a la orilla del rio, sólo podemos rescatar retazos de las olas que ese gran corpus emana. Muchas veces ocurrieron situaciones paradójicas, la mayoría de los ejemplares que encontramos para nuestro trabajo se hallaban en todos lados, menos en nuestra provincia (otro punto para desconfiar de los adjetivos que se le da a la literatura). Y esto nos lleva a otro punto, como no hay espacios físicos de lectura de esta literatura, tampoco hay espacios simbólicos donde se ejerza la política de hacer una interpretación de estos textos.
No nos gusta hablar de estudios literarios, porque estudiar -en el sentido académico- implica cierta rigurosidad que no creemos pertinente por el momento. Somos más bien geógrafos de lo imaginario, nos vemos sumergidos por la flora,  la fauna y el alma de autores que en su momento supieron explicar con tanta delicadeza lo revolucionario de ser tan sólo un observador. El deber de responder con nuestras vidas por lo que vivimos y comprendemos –parafraseando a Mijail Bajtín- nos acerca e incentiva a tratar de seguir con el legado que ha dejado a través del tiempo toda una sociedad de escritores, bibliotecarios y archivistas.
 Actualmente, el grupo de lectura se reúne semanalmente en lugares diversos para continuar de diagramar (esta vez como objetivo secundario) una cartografía literaria, formó parte de la organización de un panel sobre literatura y territorio adjuntada a las actividades de la muestra de arte Imagen joven. También cuenta con un espacio virtual en donde se suben obras digitalizadas, entrevistas y estudios sobre los autores con los que trabajan.


lunes, 7 de octubre de 2013

Carne de sueño - Guillermo Saraví (1932)

Este poema inaugura el libro Carne de sueño, que se puede descargar aquí.

Alma adentro
I
Nada tenemos que buscar afuera;
sonámbulos, marchamos al encuentro
de una remota isla de quimera
en los vastos océanos de adentro.

            Bajo nocturnos cielos constelados
(frondas negras con astros como flores)
irá la ensoñación de piés alados
sobre los asfódelos interiores.

En esta soledad casi divina
que con su propia beatitud e escuda,
tu espíritu de etsrella se ilumina,
mi corazón de estatua se desnuda.

Y mientras de la tierra que anochece,
nuestro amor infinito se substrae,
seré como el ciprés que crece y crece
porque una estrella con su imán lo atrae.



II
En busca de las playas fabulosas
(Eldorados o Cólquides o Thules)
partirán nuestras naves silenciosas
rumbo a los archipiélagos azules.

Y hasta el mismo recuerdo fatigado
llegando  tus arrobos y a los míos,
será como un albatros rezagado
sobre la estela de los dos navíos.

III
Guíe las almas en su absurdo viaje
la insigne diosa de los ojos claros
y nuestra arcilla vil tendrá el linaje
del propio mármol florecido en Paros.

Mi barro entre tus dedos sobrehumanos
asumirá sagradas palideces                      
y yo a mi vez decoraré mis manos
con el radiante limo que me ofreces.
  
Proyectaremos al cruzar por este
mundo de cosas trises y grotescas,
con la luz de un amor casi celeste
la sombra de dos alas gigantescas.

IV
Filomela en el ámbito callado
suavizará su cuita en el gorjeo
y cantará mejor porque ha velado
sobre la losa sepulcral de Orfeo.

El dulce canto que te alaba y nombra
toda mi vida espiritual resume,                
y  te sigue mi amor como una sombra     
y te envuelve mi voz como un perfume…

V
            Pecamos por ilusos en la vida
  y así la adversidad nos ha dejado          
la dicha de gozar con nuestra herida
 y acercarnos a Dios por el pecado.          

Apurando la angustia sin medida
que torna los espíritus serenos,               
quedaremos más solos a medida 
          que seamos más justos y más buenos.                  

                        Y en espera del alba prometida                                       
también el corazón se hará más fuerte,
por encima del asco de la vida                  
y la resignación ante la muerte.                

VI
Con la frente en mis hombros reclinada
olvidando penurias y reveses,                  
yo te invito a bajar alucinada                    
al extraño jardín de los Cipreses…           



VII
Dáme con tu clemencia milagrosa
virgen tu sueño y tu fervor intacto,          
mientras mi obscura carne dolorosa       
se vuelve transparente a tu contacto.       

¿Qué otra venganza al corazón le toca
tras el dolor del cotidiano estrago,                      
que ser un ala vagabunda y loca              
sobre la inmunda feria de Cartago?                     

Alivio de tristezas y fatigas
será oponer, desde la oculta pena,           
al trajín inferior de las hormigas              
la dignidad de la cigarra helena.               

VIII
Bajemos al Jardín de los Cipreses
en cuya soledad triste y serena,               
a mi callado asombro te apareces
como una realidad ultraterrena.              

Allí, junto a los mármoles, en una
plática del alma a alma serás mía             
y con el terciopelo de la luna                                
te haré un blanco tocado de agonía!                    


IX
Ven a mí. En las penumbras del poniente
un gigantesco pebetero arde                                  
y elevan su clamor largo y doliente            
los almuédanos ciegos de la tarde.              

Hipnotiza la hora solitaria
del mar interno las tremendas olas,                       
y nuestras almas, flores de plegaria,                      
abren enormemente sus corolas…             

X
¿Adónde están las ensoñadas Thules?
¿Qué día fijó Dios para su encuentro?                 
¡Rumbo a los archipiélagos azules                       
en viaje vamos por el mar de adentro!               
           
Que el sueño es un despojo de despojos,
jaramago entre mármoles derruidos?...              
La absoluta verdad no es de los ojos                  
ni se percibe a Dios con los sentidos.                  




XI
En ser más rico el corazón se empeña
con el coro imposible que posee,             
por el sexto sentido del que sueña,                     
por el sexto sentido del que cree.            

Afile para siegas más copiosas
                        la realidad su bárbaro rasero:                                                     
hay hachas que se rinden a las rosas                              
y pétalos que humillan el acero…                         

Así, más que el tetrarca pavoroso
que salpicó de sangre las edades,            
pudo un humilde acento quejumbroso               
resonando en el mar de Tiberiades…                  

¡Oh, nuestro sueño, nuestro sueño!... Sea
                        su inextinguible luz la orientadora,                                             
como vislumbre pálida que otea                          
y anticipa el prodigio de la aurora.                      


XII
Cuando de este tormento que nos cierra
en un dantesco círculo horroroso,                      
vayamos a dormir bajo la tierra                           
en la almohada del postrer reposo,                     

que la deshecha arcilla a ras del suelo
en renovados pétalos levante                               
como queriendo devolver al cielo                        
cuando tuvo de alado y de fragante,                               
           
y ese póstumo cáliz quede inmune
del trance aciago y el supremo espanto:                         
¡que él te resarcirá con su perfume                                
por la ausencia sin término del canto!