domingo, 19 de mayo de 2013

En la hermandad de la cigarra con Guillermo Saraví / Iris Estela Longo (1986)


Palabras a la cigarra
                                    Guillermo Saraví

Cigarra: te bendigo
porque eres puro canto,
es decir, pura gracia, puro espíritu santo.
Y más que bendecirte, Cigarra, te venero.
Te pido de rodillas que me llames tu amigo.
Tenme por un humilde y asiduo compañero…
Yo estoy íntegramente contigo,
mientras el hombre práctico, nuestro eterno enemigo,
defiende y enaltece la ley del hormiguero.
Porque, es claro, tú no haces nada más que cantar…
Tienes alma de música y un canto es tu existencia.
Entre negligencias humanas y divinas,
ninguna negligencia
más alta y ejemplar…
Digan, si no, qué harían la tarde y las encinas,
sin tu voz, a lo lejos…en la orilla del mar…
¡Cómo vibras ahora,
casi desde la aurora,
en esta azul mañana
de este abrasado enero!
Hoy es domingo, y veo que cantarás, hermana,
por toda la semana
o por el mes entero.
Y yo, un enamorado de tu genio y tu arte,
dejo el trabajo inútil y me pongo a escucharte.
Las hormigas voraces que te llama bohemia
y viven indignadas de tu holgazanería,
quieren a toda costa que deje tu academia,
que arroje tu excelente tratado de armonía,
y en vez de andar como ando, comido por las penas
(y no de las usuales, sino de las tamañas),
me eche a comer sin tasa de las mieses ajenas
y considere propias las cosechas extrañas.
Mas, no temas, no temas…
Yo seguiré muriendo del pan de mis poemas.
Tendré por un estímulo divino mi quebranto
y por celeste dicha mi terrena desgracia…
Cigarra: Estoy contigo porque eres pura gracia,
puro espíritu santo.
Eres el canto, el canto,
el canto que se eleva por encima de todo.
Vives en el estío dichosa por tal modo,
que al llegar el invierno con sus brumas y nieves,
el hambre que te ganas a nadie se la debes…
¡Oh maestra y amiga,
el hombre te desdeña!
Estuvo y está siempre de parte de la hormiga,
que sueña con graneros
henchidos, si es que sueña.
El canto y la belleza son malos compañeros…
En vano, a veces me hablas de tus abuelas griegas
que ya nadie recuerda, ni conoce, ni nombra.
En este mundo valen despensas y bodegas.
El árbol genealógico no abriga con su sombra…
¡Canta, Cigarra, canta!...
No importa que la tierra desprecie tu armonía:
El firmamento tiene tu música por santa
y el encinar profundo te escucha todavía…
Yo también me decido por lo vano y lo fútil,
por el sueño que es toda la ganancia del día,
por el tesoro ingente de la música inútil…
Por tu lección eterna, por tu vida hecha canto,
es decir, ¡por la Gracia y el Espíritu Santo!”.

(Domingo 25 de enero de 1942)

En la hermandad de la cigarra con Guillermo Saraví

Cuando al fabulista de la antigüedad se le ocurrió condenar a la sonora cigarra para elogiar por contraste las previsiones de la hormiga, no alcanzó a imaginar siquiera la reacción que enfrentaría su moraleja pueril y simplista. ¿Quién no se ha encontrado alguna vez con la inteligente refutación? Descontando que toda “moraleja” (la palabrita es de suyo odiosa) invita a ser discutida, convengamos en que no se mostró particularmente feliz en sus conclusiones quien puso en versos la leyenda popular.
Y esta refutación ha transitado, andando los tiempos, lo ámbitos más dispares. Desde el comentario erudito del que trató de demostrar que la pedigüeña resulta, en verano, la hormiga –mendicante del agua que obtiene fácilmente la cigarra-, hasta la lírica defensa de los que se sintieron directamente tocados por las deducciones del fabulista. Aunque justo es admitir que sin aquellas malhadadas conclusiones, no hubiéramos podido gozar de tan bellas páginas nacidas al calor de la polémica. Como la que ahora nos ocupa, Palabras a la cigarra de Guillermo Saraví, cuya copia nos facilitó en Paraná Aurea Cristina Saraví, hija del desaparecido bardo entrerriano.[1]
El poema pertenece al libro inédito Tarde antigua, que se compone, según el índice que tuvimos a la vista, de sesenta y ocho piezas, agrupadas en los títulos Umbral del Canto (1930-1942), Las Islas iluminadas (1932-1941), Rostro de la Tierra (1935-1952), Hermana Cigarra y Al Borde de la Tarde; a su vez, a Hermana Cigarra la integran los poemas Romance para la muerte de Francisco Villaespesa¸ En la muerte de Antonio Machado y Palabras a la cigarra.
En este último se pinta Saraví de cuerpo entero. Uno de sus retratos más fieles proviene de ese entrañable hijo de nuestra provincia que fue Alfredo Martínez Howard, quien desde su refugio de “La Serranita” de Córdoba, se lamentaba así al saber de su muerte, acaecida el último día del año 1965:

“Era altanero, era triste,
su nombre como un puñal
se parecía a su filo.
Se llamaba Saraví.”
                                        (Con el cabo del puñal)[2]

El perfilado rasgo (la altivez afirmativa de su genio y su figura) lo evocaba Oreste D’Aló en las páginas de un diario rosarino, rememorando la vida literaria de Paraná por los años veinte: “…Era un muchacho de 18 años, recién recibido de maestro normal. Le vemos en nuestro recuerdo con su rostro aniñado de tez casi morena, limpio de barba o de bozo; con sus ojillos negros de mirada penetrante, en los que a veces brillaba un relámpago de ira… Tenía no solamente un talento de auténtico poeta, sino también el tipo, la figura del poeta, tal como se lo representaba entonces. Alto, delgado, vestido de negro; su físico espigado, tieso, su andar pausado, con un acompasado movimiento de brazos y su alado chambergo de copa chata, se recortaban con trazos inconfundibles por las calles de Paraná…”[3]
La exaltación del quehacer sonambulesco y bohemio que encierran aquellos versos sobre la cigarra, compuestos en la “azul mañana de un abrasado enero”, no pasó inadvertida por cierto. Fue otro poeta dilecto de Entre Ríos, Andrés Chabrillón –también algún día la ciudad se enorgullecerá de que halla sido su hijo, al decir de Antonio Rubén Turi-,[4] quien acusó hondamente la emoción estética que le produjeron los versos de Saraví, en prueba de lo cual le dedicó su propio poema La Cigarra, que abre el libro del mismo título publicado en 1955.[5] El motivo de la poesía de Chabrillón reitrea la temática expuesta tan señorialmente por el autor de Hierra, Seda y Cristal. En ambos líricos la hormiga y la ley del hormiguero son el oprobioso signo del hombre práctico, enemigo del canto “vano y fútil” que embellece la existencia. “El maligno tumor del hormiguero”, define Chabrillón; Saraví llama “voraz” al insecto, y al pedir en otro lugar de Tarde Antigua, silencio para vela el sueño de su hija, advierta a las malas hormigas que se anden con más cuidado, reprochándoles que representen las impaciencias cotidianas.[6]
En Palabras a la cigarra va presentando, mediante antítesis configuradoras de un sostenido clímax, a los protagonistas del secular enfrentamiento “bohemia-burguesía”, “ocio inútil – trabajo útil”:

“Entre las negligencias humanas y divinas,
ninguna negligencia
más alta y ejemplar…
                                        
……………………………………………………………………….

y yo, un enamorado de tu genio y tu arte,
dejo el trabajo inútil y me pongo a escucharte.”

y paradójicamente advierte:

“Yo seguiré muriendo del pan de mis poemas”.     

Su defensa adopta la forma de un desafiante monólogo, jalonado por aserciones que a partir de un vocativo inicial, se reiteran en deliberada simetría:

“Cigarra: te bendigo
porque eres puro canto,
es decir, pura gracia, puro espíritu santo.”

Hay en estos versos una retadora ironía, expuesta con actitud y el léxico que eran habituales en el autor paranaense. Así como antaño proclamaba (en Numen Montaraz) que tenía un zorzal adentro cuyo canto despreciaba enajenar, ahora arroja el guante al rostro de la mediocridad, poniéndose de parte del amor y la belleza:

“Yo también me decido por lo vano y lo fútil,
por el sueño que es toda la ganancia del día,
por el tesoro ingente de la música inútil…
Por tu lección eterna, por tu vida hecha canto,
es decir, ¡por la Gracia y el Espíritu Santo!”.

En este sin igual duelo ubica, por un lado, a la cigarra, cuyas virtudes alaba con el propósito de convertirla en símbolo del Poeta, en una época en que la bohemia lo representaba con sus mejores blasones; por el otro, al hombre temeroso y mezquino, sordo a la armonía del canto, perseguidor de lo útil, de la conveniencia del granero lleno. Tal vez debamos ver en este himno de Saraví, un testimonio de su toma de posición frente al mundo, de su cosmovisión desesperanzada. Al justificar su oficio, se insta a sí mismo a perseverar en su verdad, denunciando la inversión de valores que padece nuestro tiempo, a cuyo desvarío se están sacrificando las expresiones desinteresadas del espíritu, entre ellas la poesía.
La lírica argentina registra otras incursiones en el tema. A Lugones el canto de la cigarra le inspiró versos erizados de aliteraciones, donde lo auditivo tiene preferente cabida:

“Fútil cantora, sonora cigarra,
en la alegría de tu aire pueril,
crispa su prima sutil mi guitarra,
luce su parche mi azul tamboril.”
                (Las cigarras. De El libro de los paisajes. 1919)

Años más tarde, su “hermano luminoso”, el santafesino José Pedroni, cantó también a esa otra cigarra que fue la gloria írica de Esperanza, Monsieur Jaquín, espléndido en su “descrédito de no haber hecho nada”, inmortal en su “pereza absoluta”:

“Salve, Monsieur Jaquí; gloria a tu nombre;
gloria a ti como poeta y como hombre.
Gloria a tu éxtasis, sobre la tierra echado;
gloria a tu dulce no hacer;
gloria a tu inmovilidad frente al Salado,
a quien, a falta de mujer,
le decías tu verso, de pena traspasado,
y los de Lamartine y Béranger.

Gloria a tu rancho donde tu verso se hizo;
gloria a tu rancho que en tierra se deshizo.”

…………………………………………………………………………
                (Monsieur Jaquín. En Monsieur Jaquín. 1956)


Muy pocas son las poesías de Tarde Antigua a las que se ha dado cabida en publicaciones del país; ello nos mueve a reflexionar que no merece este singular manuscrito de Saraví, la condición de inédito en que se encuentra actualmente.  


____________________
en Voces de Entre Ríos. Aportes al conocimiento de la literatura regional. Editorial Colmegna. Santa Fe:1986 Páginas 75-83


[1] Palabras a la cigarra fue publicado en El Diario de Paraná, el 26 de enero de 1942.
[2] MARTINEZ HOWARD, ALFERDO: Para evocar a un poeta. En El Diario de Paraná, 28-II-1966.
[3] D’ALÓ, ORESTE A.: Paraná ha perdido un poeta. En La Capital de Rosario 28-II-1967
[4] TURI, ANTOBIO RUBÉN: Andrés Chabrillón. En Martínez Howard, Chabrillón, Villanueva. Por Iris Estela Longo, Antonio Rubén Turi, Luis Sadí Grosso, pág. 36. Ediciones Dirección de Cultura de Entre Ríos. Colmegna. Santa Fe, 1971.
[5] CHABRILLÓN, ANDRÉS: La Cigarra. Edit. Nueva Impresora. Paraná, 1955.
[6] SARAVÍ, GUILLERMO. Silencio Del libro inédito “Tarde antigua”.

sábado, 4 de mayo de 2013

Auto - Prédicas / Daniel Elías


I

Tenga tu intrepidez el alto vuelo
del águila caudal, que aunque pequeña
abanica las nubes, y se adueña
de la rebelde inmensidad del cielo.

Sé atrevido y tenaz como el riachuelo
a quien no ataja la egoísta peña,
y rodando y rodando sueña y sueña
malgrado los obstáculos del suelo.

Ten la audaz convicción de que más vales
cuanto más mordedor es el murmullo
de la sorda opinión que te rodea;

y afianzado en el asta de tu orgullo
sé la bandera de los vendavales
que cuanto más la soplan más flamea.

II

No mires hacia atrás. Ten la certera
seguridad del rumbo de tu destino,
y como otro Quijote peregrino
abre a los vientos tu marcial quimera.

Si tienes una convicción sincera
debes gritarla en insolente trino,
y sea tu verdad una bandera
desplegada a lo largo del camino.

Que triunfes o no triunfes poco importa;
que la senda sea larga o corta
no debe molestarte; ni tampoco

que las gentes se rían a tu paso,
pues llegues o no llegues, es el caso
que todos te dirán que fuiste un loco.



III

 Con tu verso mejor canta las cosas
más altas y más nobles de la Vida,
y en la apertura cruel de cada herida
pon tu manojo olímpico de rosas.

En tus diarias vigilias afanosas
haya sinceridad, y en tu escondida
capillita interior, fomenta y cuida
el culto de tus rimas generosas.

No te importe de nada ni de nadie;
tu suficiencia personal irradie
con el fulgor humilde del cocuyo,

y si mides lo tuyo con lo ajeno
verás que si lo tuyo no es tan bueno
tiene el mérito propio de ser tuyo.
 Ilustración: De la Mancha, por Abimael Ortiz Alvarez 


en Obra poética. Prologada y comentada por Miguel Angel Federik, Coordinada por Guillermo Mondejar. 1era. Edición. Colección El país del sauce. UNL/UNER – Santa Fe:2013


Hierro, Seda y Cristal / Poemas de Saraví


Algunos poemas de Saravì incluidos en el tomo compilado por un grupo de amigos en 1925: "Hierro, Seda y Cristal".
Transmigración

                     I

Como un jirón de tragedia
llevo en el alma vencida
todo el dolor de mi vida
y el asco de su comedia.

Eternamente me asedia
una visión inquerida
y soy la sombra perdida
de un juglar de la Edad Media.

A veces entre mis manos
como diamantes divinos
tiemblan los astros lejanos,

y en mis sueños peregrinos
hay balcones florentinos
y nocturnos venecianos.

                     II

Allá en un tiempo distante,
no sé en qué tierra ignorada,
tuve rodela y espada
y fuí caballero andante…

O fuí monje mendicante
de una orden olvidada,
que hizo una absurda jornada
hacia los cielos de Dante…

Pero ahora sólo sé
que en el gótico interior
donde mis sueños até,

monje, juglar o señor,
vengo a quemarme en tu amor
para morir en mi fe.


Hierro, Seda y Cristal

El hierro de las armas, la seda de mi manto,
el cáliz a la vera del sagrado misal…
Alternan en mi vida rebeldía y quebranto,
pero por sobre todo florece el ideal.

Así entraña el absurdo sentido de mi canto
una mezcla de hierro, de seda y de cristal.


El buque trágico

Mi alma es un buque trágico joyado de secretos,
Corsario ya deshecho que se hunde en el confín
Llevándose una carga de blancos esqueletos
Entre los áureos cofres de un antiguo botín.

Lunas maravillosas alumbran su deforme
velamen, con que juegan los vientos, al azar,
y va sobre las olas como la sombra enorme
de un gran pájaro herido que se arrastra en el mar.

No podrán abordarlo… Un círculo terrible
en torno suyo estrecha por siempre el imposible
y en las tinieblas se hunde su tétrica visión…

Y es fama que en las noches más azules y bellas,
han visto bajo el tenue fulgor de las estrellas
una espantosa imagen, de pie, junto al timón.

Profesión de Fé

Con un poco de ilusión
y de lirismo, señora,
calmo la desolación
de mi pobre corazón
que silencia su dolora.

No hallan mis pies otra alfombra
que la del yermo maldito,
y ya el dolor ni me asombra…
En este abismo de sombra
ser águila es un delito.

Pero yo elevo mi frente
contra mi propio pesar,
y en el mal que me resiente
mis manos de combatiente
no saben acariciar.

Bajo el azote imprevisto
del destino siempre fiero,
lleno de entereza insisto
con humildades de Cristo
y orgullos de mosquetero.

No me doy nunca mohíno
a llorar bajo este azote,
que aunque sea adverso el destino
no es más que un triste molino
para mí que soy Quijote.

Me ungió en su gracia celeste
la beatitud estelar,
y no hay dolor que más cueste
ni que más me duela que este
dolor sin fin de soñar.

Mis hermanos nada ven,
triunfa el eterno redil,
y hasta el más lánguido amén
nos deja sin somatén
en la Torre de Marfil.

En un olímpico estruendo
naufraga nuestro arrebol,
y en su naufragio tremendo
con él nos vamos hundiendo
los Nazarenos del Sol…

Y si ya mi corazón
ni se estremece ni llora,
es porque en su inmolación
hay un poco de ilusión
y de lirismo, señora.

1917.

en Hierro, Seda y Cristal, Librería de Juan Roldán y Cia. Buenos Aires:1925




Salmo del Hambre / Guillermo Saraví


SALMO DEL HAMBRE
(Laureado en Paraná, el año mil
novecientos veintiuno)


PROEMIO

Soñé este salmo con las pupilas volcadas hacia adentro, en una encrucijada tenebrosa de hastío, de pesimismo y de muerte.
Lo oí de los labios de un peregrino que pasaba, d una sombra, de un fantasma que pude ser yo mismo en medio de la noche. Yo recogí el acento del visionario imposible y lo traduje para los poderosos del mundo y para los miserables; para los ungidos en gracia de providenciales designios y para los eternos caídos, vacilantes soldados del último cuadro de la vida expirando en la hecatombe ulterior; para los que no aman, para los que no sueñan, para los que no sufren, y para los que saben que la felicidad es una vana palabra, que el supremo objeto de la vida no radica en copiosas digestiones ni en señoriales sobremesas… Sí; para todos lo traduje, pero más que nada, para el hijo de sus lágrimas, para el apadrinado por su propio cilicio, para los malos, para los tristes, para los enfermos, para los suicidas, para los poetas hambrientos –hermanos en noche póstuma- que, a pesar de todas las adversidades, contra el sentido común, tienen el
sublime sentido de creer en Don Quijote, en el porvenir, en la gloria y en la luna.



Salmo del Hambre

Tal vez nadie supo de aquel vagabundo
ni de aquel su canto solemne y profundo
que oyó de la noche la gran soledad.
Blasfemia de angustia, dolor y fracaso,
que debe haber sido como un latigazo
sobre el rostro mismo de la humanidad.


Hambre, reina triste del desamparado,
cómplice del mundo perverso y malvado,
hazme la limosna de tu bendición.
Hermana del crimen y de la locura,
clausura  mi llanto, mi vida clausura,
clávame las uñas en el corazón!

Piedra milagrosa del mal y la histeria,
filtro de amargura que da la miseria,
depárame un negro sudario glacial;
azota inclemente mi altiva bohemia
que aún se incorpora con una blasfemia
maldiciendo el oro, cantando el Ideal!


Ven, inexorable, ven con tu mortaja
cuando haya concluido la postrer migaja
de mi amargo y duro pedazo de pan;
que yo seré dócil, que yo seré bueno,
resignado y manso como un nazareno
para los suplicios que en ti se me dan.

Hambre de los locos y los visionarios
que vas a las horcas como a los calvarios,
que buscas la hoguera, que pides la cruz,
que acechan los torvos designios arteros
contando con Judas los treinta dineros
que vale la vida del pobre Jesús…

Hambre reservada como recompensa
para los que claman, con nobleza inmensa,
un credo más alto que el credo vulgar;
para los que alientan fuertes rebeldías
y arman las quimeras y las utopías
que las muchedumbres no pueden amar…

Hambre que deliras hasta la neurosis
con los sacrificios y las apoteosis,
siempre atormentada de posteridad,
y que cuando el bronce te recoge y nombra
prolongas tu grito y alargas tu sombra
en el vientre negro de la Eternidad…

Hambre que cincelas rimas harmoniosas
y amas las estrellas, los lagos, las rosas,
siendo un poco enferma, pálida y febril;
que cuando el invierno con el mal se aúna,
pones los dolientes ojos en la luna
buscando tu eterna prisión de marfil…

Hambre que divagas por los bulevares
soñando distantes limbos estelares,
llena de contagios y de castidad,
o que alucinada por dichas inciertas
duermes en el quicio de todas las puertas
con un gesto lleno de suma piedad…

Hambre, tú que sigues fatal, inflexible,
a los caballeros del Santo Imposible
en su ardua cruzada de ensueño y dolor,
eres quien, al menos, está todavía
de parte del que ama la eterna utopía
siendo fiel y asidua para el soñador.

De este malhadado siglo mercenarios
la historia se escribe sobre un talonario,
la fe se predica desde un mostrador;
ya en el sacro templo no se oye otro coro
que el de la canalla pidiendo más oro,
solamente a cambio de menos honor!

Sálvanos ¡ oh ! madre, lírica señora…
Ya no hay esperanza de una nueva aurora,
reina en este mundo la recua sensual.
Tíendenos la mano frente al gran abismo:
¡la gloria es apenas un vago espejismo
y un verso a la luna, no más, el Ideal!

Hambre, reina triste del desamparado,
cómplice del mundo perverso y malvado
que presides nuestra gloriosa ascensión,
hermana del crimen y de la locura,
nuestro ardiente lloro por siempre clausura,
clávanos las uñas en el corazón!

                                   __________________

Después, la tiniebla macabra y helada,
oyó el eco de una feroz carcajada
vibrando en el seno de la inmensidad;
y así acabó el salmo de angustia y fracaso
que azotó las sombras como un latigazo
sin herir el alma de la humanidad.



en Hierro, Seda y Cristal, Librería de Juan Roldán y Cia. Buenos Aires:1925

Ilustración: El hambre en Madrid, de José Aaparicio Inglada (c. 1818)