sábado, 5 de octubre de 2013

Cartas y poemas - Alfredo Veiravé

Estas "Cartas y poemas" pertenecen al último libro de Alfredo Veiravé: Laboratorio Central de 1991. En este mismo blog se haya el link para descargar su versión completa.
Componen el Libro II del poemario de Veiravé.

Las cartas de relación de Hernán Cortés

Yo mandé mis hombres a mirar las montañas lejanas
       acompañados por nativos del lugar, pisando piedras incandescentes
       pasando por encima de las hierbas mágicas
tratando de dar objetividad a los humos que salían de las
       puntas de sus colinas altas como senos de mujer.
Quería dar una relación exacta de lo que estaba lejos.
Quería ser testigo fiel ante los Reyes y Gobernadores
       de lo que mis ojos (o los ojos de otros cronistas) veían
       en este continente, quería en el fondo, modificar las ilusiones
       de los ensueños colectivos y acercarme a una zona
       que era más científica que las meras suposiciones de los volcanes.
En el fondo mandaba que el discurso estuviera libre de toda torpeza
imaginaria, sabiendo que el progreso es una forma del poder.
De la misma manera observaba (trataba) a las mujeres de piel
       de color canario de la costa, colocándolas bajo la luz del haz de reflexiones
pero en ambos casos fracasaba porque jamás pude entender cómo
esas montañas exhalaban humo o cuál era el límite que cerraba
       a los cuerpos de las mestizas
       cuando ellas se abrían bajo el sol de la meseta mexicana.
Desde entonces vago por estas tierras
como una sombra del Infierno
       y no puedo regresar a sus orillas porque al quemar las naves
pasé del reposo a una inquietud desolada.

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La "región" en una cartografía antigua.

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Carta inconclusa a Juan L. Ortiz bajo la noche de Gualeguay

Ahora estás bajo la noche de nuestro pueblo—estrella de la
       luz de la noche, y está bien que así sea, Juan, porque
       ese fue tu mayor deseo durante tu larga vida.
Ahora estás bajo la tierra de Gualeguay que es liviana para tus
       anhelos de danzarín del alba, el parque y el río,
escala alada que no tiene nombre sino simplemente
                                        algunas repeticiones
                                    como la flor del aromito
                                   como el grito del chingolo
                                como el darse la mano de dos hombres sociales
                               como el hilo de las enredaderas
                           como el campo de La Carmencita,
como aquellas palmeras donde anidaban para ti los pájaros ruidosos al caer la                                                                                                                                                                                                [tarde.
Toda una red de sensaciones de percepciones de motivos
       aéreos, que dejaste para la perfección de otros
       genes animales donde soñarán en el sueño
       hasta reconocerse
       la delicada sombra de una perfección
       humana, el sabio conocimiento de la
       vida.
A veces sientes, me dices, las tropillas del viento por las cuchillas
       de Victoria, las verdes quintas de Gualeguay,
       el murmullo del agua que rompe toda su red melódica
       en un sauce; el grito de las ranas en el costado de los ranchitos.
Pero he aquí que advierto que ahora lo estoy tuteando
       como usted me pedía siempre y en verdad jamás pude saltar ese
       puente de los pronombres, ¿sabe por qué? Porque desde mi adolescencia
       sentí a su lado que estaba en presencia de la poesía misma,
       sagrada, mistérica, tan profunda que se nos hacía
       casi insoportable en los vértigos de las profundidades,
que usted, usted abría con su mano huesuda moviéndose en el aire
       de Paraná, frente al Parque Urquiza,
       que a veces recorríamos y donde usted me hacía sentir
       o escuchar o percibir aquella "brisa del otoño" que
       en pleno verano se había refugiado entre la fresca
       sombra de los árboles, según el movimiento de las hojas.
¿Cree Juan que yo percibí su muerte cuando usted murió?
                            aunque estaba en esos minutos
                                  últimos, muy lejos, casi en
                                             otro continente.
¿Y creerá que esa misma noche de septiembre algunos amigos
       me vieron salir de su casa de Paraná?
       ¿Y que, finalmente, Gerarda fue a ocupar la misma casa donde
       yo nací, frente al viejo correo de Gualeguay, y donde ella
       había colocado su cabeza flotante de yeso?
Por supuesto que no solamente creerá estos milagros del azar
       o de la mente, sino que los explicaría orientalmente,
       como lo hace un maestro zen
       con el silencio.
Pero volvamos a esta noche bajo la cual usted
       duerme el sueño de los justos, de los bienaventurados.
Una noche sobre la cual mañana caerá la luz rosada del amanecer
       "cuando el cielo palidece y se franja"
       y sus gatos y su perro Prestes y sus jacarandaes despierten
       cuando los toque con sus dedos finos y comiencen otra vez
       a hablarnos desde las corrientes de las profundidades
       en esta conversación interminable,
       en el "aura" de nuestro paisaje.

"Aura" como usted la llamaba y que era un resplandor,
       un tipo de conocimiento sobrenatural
       en dos espacios al mismo tiempo, uno que provenía aparentemente, de lo real,
       y otro del alma que se desplaza en sueños
       o en vigilias trascendentes como las suyas.

Ahora comprendo Juan que aquella aparente manía de su letra liliputiense
       no era sino la leve pisada de un insecto mágico
       que deslizaba ideogramas, interrogaciones,
       aptos para un idioma del susurro o ese cantito que usted
       murmuraba entre nosotros,
       antes de abrirse
       hacia el mundo.

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Carta al poeta Alejandro Nicotra antes de salir de viaje para México

Tu desnuda Musa, en Villa Dolores,
claridad errante que se desviste sobre los poemas no escritos
te "dictó" estos bellos que acabo de recibir; los respondo
       con un soplo de estas operaciones del viaje
       que ahora emprendo / volaré en trance cuando
       me leas
sobre un piso de Jumbo encima de las cordilleras
andinas de América, bajo el volcán de Cuernavaca
donde se emborrachaba el Cónsul de Lowry, sobre la bella
catedral de Tepozotlán, Colima cerca del mar si miras el mapa/
y preguntarás una vez más ¿por qué la poesía quiere salirse de madre
       cuando es el sol sobre las piedras pintadas y redondas
       de tu pequeño río cordobés, donde nos bañamos una vez, y conversamos
para unas eternas (dóciles) reverberaciones
si son las únicas que valen "cuando se apaga el grito del mundo"?
No lo sé, solamente siento el esqueleto lleno de murmullos
en los espartillos de la República y la cabeza llena de ruidos
       del mundo, aunque siempre son ellos los que me llaman.
Viajar hacia adentro como haces tú, o viajar hacia afuera /
los "estables" y los "errantes" del siglo XVII de Paul Hazard?
       corriendo por los aeropuertos son una encrucijada
del universo que nos pide más vida en la muerte del aire novedoso,
       en los océanos terrestres de una Comala
       verde de otra
       Comala muerta con voces que hablan entre los
terrones del duelo y
la locura de Susana San Juan: un huevo de perdiz
que se abre bajo los papalotes de donde sale la madre de cada uno
de nosotros, acompañándonos
con sus navegaciones mortuorias
       queriendo saber al fin quiénes somos de lo que ella engendró alguna vez,
en la hora en que los sueños se vuelven verdaderos
como tus citas de Seferis;
en la hora de despedirnos de los poemas, a la hora de cerrar los libros
       que quedan sobre mi escritorio.
Quedar entre las sombras esperando que salgan los sueños de la casa:
       unos corriendo con la angustia de la velocidad / otros
vestidos con lujosas máscaras ceremoniales
y palabras nunca dichas / algunas, femeninas, hijas de la Realidad
con la boca entreabierta apenas, murmurando, murmurando un adiós
       al abrir la puerta.

Cuando uno viaja ¿quién habla en el poema? ¿El que se va o el que vendrá?
Ulyses atrapado por Circe haciendo el amor debajo de un león
parado en cuatro patas sobre ellos. ¿El recuerdo de Itaca?
Ahora ha vuelto el calor al Chaco lo cual no afecta mi presión
arterial bastante controlada, he dejado casi de fumar
y te escribo urgentemente antes de salir
       de viaje
mientras tú enciendes serenamente
       tu pipa. Y reflexionas
en lo profundo o intocado del verso.

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Carta a Rafael e El príncipe de la fiesta

1
¿De qué podríamos escribirnos nosotros sino es de la
       poesía? Por eso te envío esta epístola a los Pisones
       que permanecerá en tu archivo para siempre
       entre los agapantos tuyos y los
            filodendros míos.
Quería decirte que sigo creyendo que el lector      
       debe participar activamente en esa fiesta y que el
                                                           humor
       es una vía menor pero eficaz para que
       el poema les haga cosquillas en el
       vientre como un hijo de la
       fiesta carnavalesca
           de la Edad Media.


En realidad yo, que oscilo entre un texto testimonial
       y una frase extratextualizada y que considero
       a las convenciones
       como una ruptura o plagio
           del discurso social,
me veo empujado a cada rato por algunas brujas
malignas
       y otras benéficas
que me indican otro camino: he bebido de la
                                                  mandrágora
       del prosaísmo y metodológicamente
       sobrellevo esta pregunta de un poeta:
       "¿Método, método, qué pretendes tú de mí si sabes
          que he comido del fruto del inconsciente?"
Si nuestro tiempo (escaso cada vez más a medida que
       uno se interna en la línea de sombra del sexagenario)
es una dicotomía entre fondo/forma
       debo inventar antes de llegar a la exasperación del
signo,
un género de escrituras con capacidad de transformaciones
                                                          oblicuas
                                                             bizcas
                                                  antinormativas.



2
La índole oceánica de la metáfora y sus olas
       rompen sobre el muelle y salpican a los turistas
       que pasean bajo grandes sombrillas amarillas
       en la rambla, pero yo prefiero
       el día de sol de funciones cosmológicas
       los versos conversados, las insólitas asociaciones,
       el Arca de Noé con toda clase de animales
       los mecanismos de hoteles que contenían al pobre
                                              Vallejo en París.
       ¿Y la angustia? ¿Y los Fenómenos de la tierra
                                                            oculta?

Morir de risa es una versión de la muerte festiva.
                                          En esas fuentes,
       creo, está una de las respuestas,
       la palabra cazada al vuelo.
Y ahora el mudo está feliz porque ha recobrado la
palabra,
el esclavo de la Reyna se ha dormido en
                                           la alcoba imperial,
el abuelo ha rejuvenecido con su nieta,
las reglas del juego han cambiado
y ahora los peones se comen a los alfiles
       derriban a la Torre abolida de soldados
       y el tablero de ajedrez vuela por los campos
           de Gualeguay.

Y este texto ajeno: como demostración de lo expuesto
anteriormente
podríamos asegurar que en poesía nadie sabe para
quién escribe.
Como diría Nicanor, fatalmente, en poesía se permite
todo.
       Si tuviera que agregar una posdata diría
       que tu último poema me pareció muy hermoso
       doloroso, oloroso, quemante,
           fulgurante,
aunque puedes dar vuelta estos adjetivos verdaderos
como el guante negro de la amada de López Velarde.

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Carta a Álvaro Mutis bajo el cielo de México

"Los emisarios que tocan a tu puerta,
tú mismo los llamaste y no lo sabes."
Al-Mutamar-Ibn Al Farsi

Ocurre Álvaro que estoy preparando mi nuevo libro
de poemas      
y "extraviado", como le decían en Gualeguay a un
loco que corría
       los carros fúnebres hacia el cementerio, casi al galope
       lento de unos caballos negros lujosamente ataviados
       con el sudor de sus grandes (y femeninas) ancas
           como si la muerte fuera una fiesta de toros /
he vuelto a tu último libro que me diste en México D.F.
       dedicado con tu letra temblorosa de sentimientos
firmes
       como rocas extraídas del viejo Popocatepetl,
       por curiosidad interesada del sufismo que
       citas y por el dibujo que tienen tus respiraciones
           colombianas de Gaviero admirable y loco.

Me atrapa cada vez que lo oigo hablar de sus Tierras Calientes
       o de los cafetales a la orilla del río o el desfile de
       sus mujeres "de muslos morenos y recios, de nalgas
       rotundas y firmes
       y de vientres (lisos agregaría) como pechos de paloma"
pero más que eso, de sus aventuras en un tren de la locura
       que todos hubiéramos querido vivir y que, en
       verdad, podemos vivir con la imaginación
       en este mundo cuando sentimos
       en tu energía devoradora que
           "¡se nos va la vida / se nos va la vida!"
como nos decías en Cuernavaca cuando anunciabas
que habíase
decretado "estado de piyama", sentencia dictada al pie
de
la alberca o piscina que aquí extendemos
exageradamente llamándola
"pileta de natación"
donde te leí por vez primera los poemas de Juan L.
(Ortiz)
y juntos, soñamos unos ojos llenos de lágrimas en una
       emoción compartida; porque la poesía cuando toca
       fondo es eso, sentimiento y como decía Juan
       "suele ser la conciencia de la felicidad
           perdida"


Tú que trajiste noticias del Hades
       a este mundo, y de los reinos de Felipe II y
       descubriste
       en los labios de la Infanta Catalina Micaela a quien
           amas, una sonrisa maliciosa puesta en sus ojos de asombro,
comprenderás que un mero gorrión en el Mexuar
puede desencadenar todas las circunvoluciones de lo
imaginario
       que circula por la poesía, que es también, una
memoria
       que se sueña como hacen los pequeños al nacer
            y en cuyo sueño, antes de la palabra, antes de sonreír
como persona humana como decía Aristóteles,
al ingresar al mundo de los terrestres reconoce en las
sombras
       de sus genes, un pre-conocimiento que se hereda de otras generaciones.
A mí estos descubrimientos de la ciencia me fascinan
Alvaro, porque creo que estamos llegando a las
puertas de
       otra ciencia que no sé qué nombre tomará del diccionario,
pero que será reconocida al escucharse en años del
siglo próximo,
       o en otros siglos, como el saltito de tu gorrión que
escapa hacia el jardín, que será la poesía misma.
El otro problema es ¿bajo qué título juntar estos
nuevos poemas? No quiero exagerar sobre los
nombres pero
en verdad, el título es un rótulo un símbolo un signo
       una señal en el camino que debe indicar la dirección del viento
al caminante para que no se extravíe en sus
alucinaciones; es claro,
también existe otra posibilidad o un posible incierto
       de abrir las puertas al campo y dejar al turista
       que él mismo elija su camino; así entre
       la ambigüedad y la certeza ando estos días
           extraviado como el loco de mi pueblo
           corriendo detrás de un coche fúnebre
           como si todo fuera una fiesta
           no solamente de las estructuras
           sino, al mismo tiempo, paralelamente,
              de las invocaciones.
 ______________

Al poeta chileno Enrique Lihn esta musiquilla de las pobres esferas

Enrique, no nos conocimos salvo esa mención tuya a
través de
Kandinsky 1904 que son años anteriores a los nuestros:      
una epifanía del tiempo en este siglo XX cuyo fin no
tendrá
otros versos tuyos sonando como flautas de una
orquesta de cristal
       en la poesía de Chile y de otros países o ciudades      
como Iowa que
       visitamos en distintas fechas,
           esta es la propuesta de tu respiración
       ahora interrumpida
                  incapaz de atravesar los espejos empañados.
En 1929 éramos casi contemporáneos y París estaba lejos
de nuestros nacimientos, nuestros segundos  nacimientos      
       que se dieron en el cuerpo de la poesía
lejos de los cargos universitarios y de la Escuela de
Bellas Artes;
       quizá ninguno pensaba que tendríamos que ponernos los anteojos
       para escribir los textos
       apócrifos y los textos inventados
al correr de la máquina: tú eras Batman y yo Superman.
Entonces los sonetos eran como formas de los endecasílabos que
       sonaban en los oídos de la música
       para hacernos reconocer frente a los oídos sordos de los
       inevitables dictadores latinoamericanos, oprimiendo
       sin duda,
       la constelación de palabras que
       dudábamos pudieran ser escuchadas
           por los compatriotas y los vecinos.
La relación de unas cosas con otras, constituían el
       margen de la
       marginalidad donde vivimos hasta ahora y para
       siempre,
       pero la verdad, Enrique me hubiera gustado conversar
       bajo la sombra de la Alameda
       de los delicados fantasmas que perseguíamos
       cuando sabíamos de la teatralidad del poema
       en las cámaras de tortura o en la fatiga
       del kitsch.
Así pasó tu tiempo para nosotros y así nos vamos
llenando de
       muertes como la tuya.
       Y aquí no  caben los géneros del humor
       cuando los cuerpos flotan a la deriva en un  Ganges
       inmenso de eternidades
       y los poemas siguen siendo
           disparos en la oscuridad contra la muerte.

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Poema sin complicaciones o “Verbena nevada”

Me la envió Néstor Groppa desde Jujuy
y está todavía sobre mi escritorio al lado de poetas
del Brasil que quiero mucho;
no habla, no me dirige la palabra
       solamente se hace oír con un extraño
       perfume de incienso
y sin embargo ahora entra en este poema por debajo
de la puerta
como el diario que recojo todas las mañanas
con las noticias del mundo
y que al girar en el espacio infinito
coloca estos titulares para mi asombro:
       "Plantita del noroeste provoca una catástrofe mundial"
       "Una verbena nevada rompe relaciones con países
       comunistas
       y cae el dólar en el mercado internacional"
"Hojas verdes con manchas blancas aprueban el
                                   divorcio en la Argentina"
       "Poeta de Jujuy se comunica con el Chaco mediante
sensacional mensaje inalámbrico
       "La deuda externa se pagará con verbenas en varios
países de América Latina."
Ahora la regaré para que ella al fin me tome de la mano
y cuando comience a hablar o simplemente sonría
  ante mis ojos,
la pondré al lado del filodendro de mi casa: su eternidad
cantará entonces como Orfeo en las tinieblas
seguramente "bailará una naranja",
y la soledad se cubrirá de hojitas nuevas.

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La llovizna de Raco en Tucumán

Antes de enviarte la carta-poema, ensayo estas atribuladas
       palabras convertidas en un tejido de lloviznas en las tenues
       alturas de Raco, un domingo de éstos que el planeta
           risa tiene de la vida;
un viaje que empezó como todos por el poema y
terminó
voluntariamente al costado de la piscina del invierno
       donde los sapos engendraban silenciosos
sus extraños huevos en cadena
       y estaban en contacto bajo el agua,
quizá porque la flor de los cerezos
       les contagiaba una energía muda,
eficaz para que la temperatura
           del agua, sirviera de
       apoyo al sapo (macho) subido a la sapa (hembra)
en una relación interminable
       como el ladrido del perro. Una siesta tucumana
donde yo soñé con tus poemas y la puerta de la otra dimensión se abrió

una vez más,
el jazmín del amigo muerto que ahora florecerá en la tierra
       de los vivos, de los sapos
       silenciosos, del universo
           que gira entre otras galaxias.
Sólo nos faltó aquel grillo que hacía en tu poesía
       que la pareja dormida fuera
       un trío de enamorados.
Antes de enviarte la carta prometida ensayo este
       lenguaje de signos
       y símbolos y animales
       donde se unen los extraterrestres rusos
       los contaminados del espacio
       los recuerdos de un amor perdido para siempre.

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Nubes, de Cesáreo Bernaldo de Quirós 

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Teorías sobre la literatura de ficción

(A Guillermo Samperio en el D. F.)
Aunque la idea no es mía esto no es un plagio en
realidad
porque la poesía no se hace con ideas ni tampoco
tocando el violín
       pero lo cierto es que el año pasado en México Distrito Federal
donde viven los chilangos
conocí a un señor con bigotes (mexicanos) y ceceoso
       que estaba para jubilarse como personaje de algunas novelas o cuentos
       que explicaba muy orondo a la hora del desayuno:
       que él había trabajado en uno de esos relatos
       fantásticos de Praga
       haciendo de cucaracha y que al autor y a él mismo
       "les habla ido
       bastante bien" según decía con orgullo o fingida
       indiferencia;
y que en otra historia habla trabajado de cazador de codornices
       en el bosque
y que la señora dueña de casa lo visitaba en el "cottage"
       con insistencia (desnuda) y se acostaba con él bajo
       la lluvia
       a espaldas de su marido paralítico
       aunque ambos hablaban en inglés.
Ahora trataba de jubilarse decorosamente y exhibía
       esos libros
       como prueba de su situación de revista
como los empleados a sueldo que han cumplido
la edad kafkiana de su retiro más previsible, antes de la muerte.
No le quise arruinar ese orgullo casero
porque lo vi muy viejo y cansado,
       pero a punto estuve de decirle que como poeta yo
       había trabajado
       en el Canto General entre los conquistadores de América, al lado de Neruda.
       O mejor todavía que yo también estaba enterrado
       en el cementerio de Spoon River aunque el marmolero
       se había olvidado de poner mi nombre entre las
       lápidas.

Cosas como esas que a uno se le ocurren como
       conducta en los velorios
       cuando el muerto se ha quedado solitario
       tristemente solo
           entre las flores de la madrugada,
       o en otras reuniones de profesores donde se barajan
       lúcidas teorías científicas sobre la literatura de ficción
o sobre la metamorfosis de los géneros desde Apuleyo o Cervantes
       hasta Milan Kundera.

Los poemas fueron extraídos de aquí.

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